Reducción arancelaria sin garantías de estabilidad
Tras intensas negociaciones en Ginebra, Estados Unidos y China acordaron reducir significativamente los aranceles bilaterales. Las importaciones estadounidenses a China pasarán de un 125% a un 10%, mientras que las importaciones chinas a EE. UU. bajarán de un 145% a un 30%. Sin embargo, el alivio fue de corta duración: tres semanas después, el presidente Donald Trump reavivó las tensiones, acusando a Pekín de incumplir el pacto por no entregar suficiente información.
China respondió señalando que Washington impuso nuevas restricciones, especialmente en tecnología, incluyendo software de diseño de chips y advertencias sobre productos de Huawei. La disputa evidencia que las diferencias van más allá de lo arancelario, extendiéndose al ámbito tecnológico y estratégico.
Las tierras raras como nuevo eje de fricción
Uno de los principales puntos de desacuerdo es el acceso a tierras raras, recursos esenciales para industrias de defensa, energía y tecnología. China concentra más del 90% de la capacidad de procesamiento global, y ha impuesto controles a sus exportaciones. Según EE. UU., Pekín incumplió acuerdos para flexibilizar licencias de exportación, mientras que China sostiene que nunca prometió eliminar dichas restricciones.
Michael Hart, de AmCham China, advirtió que los cuellos de botella burocráticos dificultan el flujo de exportaciones hacia fabricantes estadounidenses. Con una pausa de 90 días que expira el 12 de agosto, las acusaciones cruzadas reflejan la falta de claridad sobre los compromisos reales asumidos en Ginebra.
Trump busca ventajas estratégicas más allá del comercio
Además de abordar el déficit comercial, EE. UU. presiona a China para implementar reformas estructurales, detener la supuesta manipulación del yuan y reducir las exportaciones de químicos precursores del fentanilo. En paralelo, la Casa Blanca insiste en mayores compras de productos estadounidenses por parte de Pekín.
La reciente llamada entre Trump y Xi Jinping fue vista como una oportunidad para destrabar el diálogo. Aunque ambos líderes calificaron la conversación como «positiva», expertos como Antonio Fatas advierten que una solución de fondo sigue siendo lejana. No se prevé una reunión presencial hasta finales de 2025.
Aranceles, tribunales y riesgos económicos
La legalidad de los aranceles también ha entrado en disputa. Un tribunal comercial estadounidense los declaró inicialmente ilegales, aunque una corte superior los restableció de forma temporal. La Casa Blanca analiza ahora recurrir al Tribunal Supremo. Esta incertidumbre jurídica podría extender la tregua más allá del plazo oficial.
Algunos analistas advierten que el enfoque arancelario puede desviar recursos de áreas prioritarias como la innovación tecnológica. Los aumentos de costos están afectando los presupuestos de empresas clave, limitando su capacidad de inversión en investigación y desarrollo, justo cuando la competencia global por el liderazgo tecnológico se intensifica.
China acelera su independencia tecnológica
Mientras tanto, Pekín ha reforzado su estrategia de autosuficiencia tecnológica con apoyo estatal. Las capacidades chinas en inteligencia artificial, computación cuántica y telecomunicaciones 6G han avanzado, según expertos. Penny Naas, del German Marshall Fund, sostiene que China ya ha recuperado parte de la ventaja tecnológica que EE. UU. consideraba propia.
La tensión arancelaria podría estar relegando esfuerzos cruciales en innovación en ambos países. Con una batalla abierta por el dominio tecnológico, los analistas advierten que el uso estratégico del tiempo y los recursos será determinante en los próximos años.