Señales de enfriamiento económico a corto plazo
Rusia muestra signos claros de desaceleración económica. El ministro de Economía, Maxim Reshetnikov, reconoció recientemente que el país se encuentra “al borde de una recesión”, aludiendo a un enfriamiento reflejado por los niveles actuales de confianza empresarial. El crecimiento interanual estimado para 2025 ha sido ajustado a la baja por entidades como JP Morgan, que lo sitúan en el 1,1%, mientras que el PIB del primer trimestre sufrió una contracción anualizada del 3,1% y trimestral del 0,6%.
Aunque la economía rusa registró un crecimiento del 4,1% tanto en 2023 como en 2024, impulsado por el gasto militar, las señales de sobrecalentamiento comenzaron a evidenciarse a mediados de 2023. El desempleo cayó a niveles históricamente bajos, la inflación aumentó y el banco central elevó los tipos de interés hasta el 21% en octubre de ese año. Sin embargo, estas medidas impactaron principalmente a sectores no relacionados con la defensa, dejando relativamente protegidas las industrias vinculadas al gasto público.
El impacto del modelo de crecimiento actual
El crecimiento reciente de Rusia ha estado sostenido por la inversión estatal y el gasto en defensa. Este tipo de crecimiento, según análisis económicos, no necesariamente genera un aumento sostenible en la productividad general ni garantiza mejoras estructurales a largo plazo. De hecho, el sector militar-industrial, que fue uno de los motores del crecimiento durante los últimos años, comenzó a mostrar signos de estancamiento a finales de 2024.
Los datos oficiales indican que la contracción del primer trimestre de 2025 estuvo impulsada por caídas en sectores como minería, comercio y actividad inmobiliaria, mientras que sectores como agricultura y manufactura no lograron compensar esta tendencia. Las señales indican que la desaceleración podría extenderse más allá de los primeros meses del año.
Desafíos estructurales: escasez de mano de obra
Más allá del corto plazo, Rusia enfrenta una limitación estructural con efectos potencialmente duraderos: una creciente escasez de fuerza laboral. Durante una reunión oficial, el ministro de Trabajo, Anton Kotyakov, estimó que el país necesitará incorporar 10,9 millones de personas a la economía para el año 2030. Esta cifra responde tanto al reemplazo de jubilaciones como a la creación de nuevos empleos.
El contexto demográfico actual refuerza estas preocupaciones. En 2024, Rusia registró su nivel más bajo de nacimientos desde 1999, con 1,22 millones, y un aumento del 3,3% en la tasa de mortalidad. El país, con una población aproximada de 146 millones, enfrenta un envejecimiento progresivo que podría reducir drásticamente su población durante las próximas décadas, según estimaciones de diversos centros de estudios.
Consecuencias para el tejido económico
La falta de personal ha llevado a un aumento en la contratación de jubilados y adolescentes en algunas industrias, con el fin de cubrir vacantes. Esta situación ha provocado un alza en los salarios y ha añadido presión inflacionaria a una economía ya afectada por restricciones de oferta, tensiones externas y sanciones internacionales.
La combinación de factores cíclicos y estructurales plantea un escenario incierto. A corto plazo, el país debe lidiar con una posible recesión, mientras que en el largo plazo enfrenta el desafío de sostener su crecimiento con una población menguante y un mercado laboral cada vez más ajustado.