El BCE advierte: la compra se encarece sin freno

La inflación baja, pero la comida sigue subiendo

Aunque los datos generales de inflación en la eurozona han retrocedido del 10,6% al 2% desde 2022, los precios de los alimentos siguen siendo un problema persistente. Según un estudio reciente del Banco Central Europeo (BCE), la cesta de la compra cuesta hoy un 30% más que antes de la pandemia, y en países como España el aumento llega al 34%. Los economistas del BCE aseguran que esta subida “es excepcional y persistente”, y que seguirá afectando de forma desproporcionada a las familias de menores ingresos.

Este fenómeno no es solo una percepción, sino una realidad tangible para millones de hogares europeos. Uno de cada tres ciudadanos reconoce que ya no puede permitirse comprar los alimentos que desearía, a pesar de las subidas salariales y la estabilidad macroeconómica. El informe, titulado “When Groceries Bite”, revela que la sensación de empobrecimiento está directamente relacionada con el encarecimiento de productos básicos como el pan, el aceite de oliva, el cacao o la mantequilla, muchos con subidas superiores al 50%.

Impacto desigual y crecimiento de la desigualdad

El alza de los precios alimentarios afecta especialmente a los hogares con menos recursos, para quienes la comida representa una proporción mucho mayor del presupuesto mensual. Según el BCE, los más pobres enfrentan tasas de inflación efectiva más altas, lo que les obliga a reducir otros gastos para poder alimentarse. Esto no solo pone en riesgo la salud financiera de estas familias, sino que también profundiza las desigualdades sociales entre grupos de ingresos altos y bajos.

En promedio, los europeos dedican el 20% de su presupuesto a alimentos, una cifra que duplica lo destinado a energía. El efecto psicológico también juega un papel importante: al ser compras frecuentes y visibles, los aumentos de precios se perciben con más intensidad que en otros bienes o servicios. Esta percepción alimenta la desconfianza en la estabilidad de precios y altera las expectativas de inflación.

Causas estructurales y difícil solución

La escalada de precios no responde a un solo factor, sino a una combinación de elementos cíclicos y estructurales. La guerra en Ucrania elevó los costes energéticos —especialmente del gas—, encareciendo toda la cadena de suministro. A esto se suman los efectos del cambio climático, como sequías e inundaciones que han dañado cultivos clave, y el aumento de los costes salariales en el sector alimentario.

El informe señala que resulta cada vez más difícil separar los efectos temporales de los permanentes. Productos básicos como el pan (+30%), la leche (+40%) o las carnes también muestran subidas sostenidas. Isabel Schnabel, miembro del consejo del BCE, advirtió recientemente que “la inflación de los alimentos se está reacelerando, lo que pone en riesgo las expectativas de los consumidores”.

El consumo se resiente pese a salarios más altos

Aunque la economía europea muestra signos de estabilidad y algunos salarios han subido, muchos ciudadanos sienten que su poder adquisitivo ha disminuido. El informe del BCE lo confirma: el efecto riqueza funciona al revés en este contexto. Mientras en otras áreas un aumento de patrimonio incentiva el consumo, con la comida ocurre lo contrario. La presión constante sobre los precios básicos limita el gasto y afecta directamente al bienestar de los hogares.

Con este panorama, el BCE sigue vigilando de cerca la evolución de la inflación alimentaria, un factor clave que escapa parcialmente al control monetario pero que incide directamente en la vida diaria de millones de europeos. Las soluciones estructurales, desde políticas agrícolas hasta mejoras en la cadena de distribución, podrían ser necesarias para aliviar una situación que ya no es coyuntural, sino persistente.