El mundo arrastra el costo de múltiples crisis recientes
Tras años marcados por la pandemia, la guerra en Ucrania y las tensiones comerciales bajo la administración Trump, los países han recurrido al gasto público para amortiguar los impactos económicos. Pero este esfuerzo ha disparado los niveles de deuda. Según el Fondo Monetario Internacional (FMI), la deuda pública mundial superará el 100% del PIB en 2029, el mayor nivel desde 1948.
En su último Monitor Fiscal, el FMI señala que esta trayectoria es más alta y pronunciada que las previsiones previas a la pandemia. Aunque países ricos como Estados Unidos, Japón o Reino Unido cuentan con mercados sólidos y múltiples herramientas de política fiscal, más de 100 países ya superan el umbral del 60% del PIB, y muchos enfrentan serios riesgos de sostenibilidad.
Emergentes con menos deuda, pero más vulnerables
El Fondo advierte que, pese a su menor endeudamiento, los países de bajos ingresos enfrentan desafíos aún mayores debido a su limitada capacidad fiscal y menor acceso a financiamiento. Casi la mitad de los países con deuda moderada están en riesgo alto de impago. En estos casos, una reestructuración oportuna es clave para contener los efectos negativos.
El costo de la deuda es otro factor determinante. Tras años de tipos de interés bajos, los bancos centrales elevaron las tasas para frenar la inflación, encareciendo el servicio de la deuda. Esto ejerce presión sobre presupuestos ya tensionados por el gasto en defensa, cambio climático, envejecimiento poblacional y transición energética.
El FMI urge ajustes fiscales responsables
Para evitar que la deuda crezca sin control, el FMI insta a los gobiernos a reducir déficits y preparar colchones fiscales. Aunque reconoce que subir impuestos o recortar gasto no es políticamente fácil, considera que es el momento de actuar. También sugiere reorientar el gasto hacia sectores que impulsen la productividad, como la educación o las infraestructuras.
En cuanto a los ingresos, el Fondo anima a los países con baja recaudación a superar el 15% del PIB en ingresos fiscales. Si lo logran, estima que los efectos positivos en el crecimiento a largo plazo serían de dos cifras. Sin embargo, más de 70 países aún están por debajo de este umbral, especialmente los más frágiles.

